lunes, enero 09, 2006

Opinión sobre el origen de la tapa Enero 2005

OPINIÓN SOBRE EL ORÍGEN DE “LA TAPA”

En 1999 se publicó en Málaga un libro titulado: “Historias y Chascarrillos Malagueños”. Su autor, Diego Ceano explica tan detalladamente cada tema, y créanme si les digo, que cada una de esas historias y chascarrillos tiene su gracia especial, y además de hacernos sonreír nos enseña los orígenes de muchas palabras y costumbres de esta ciudad malacitana, que también exportaron muchos de nuestros abuelos a Melilla. Una de estas es: “La Tapa”, ese “piquislabis” que tan bien conocemos en Melilla y que tanto nos gusta a los melillenses. Dice Ceano que algunos arabistas del tan traído y llevado Legado Andalusí dan por sentado que es de orígen árabe, ya que estos ofrecen unos platos para que se degusten antes de almorzar. Yo digo como Ceano, no voy a entrar ni a salir del tema, lo que sí deseo comentar es el origen de nuestra tapa, la actual, el taquito de jamón, el de queso, la tacita de caracoles, el platito de pescados fritos o asados, entre la gran gama de ellas que nos sirven en nuestros bares acompañando al vaso de vino (chato: vaso bajo y ancho lleno de vino) o de una jarra de cerveza fresca. Los arrieros y cosarios (mandaderos) que cubrían los caminos de pueblo en pueblo en la provincia de Málaga tenían la costumbre de parar en las posadas, ventas o aguaduchos del camino, para repostar ellos y sus caballerías. Estos comercios para señalar su categoría, como en la actualidad hacen con los tenedores en las puertas de los restaurantes o estrellas en los hoteles, plantaban cipreses; si señores, como en los camposantos. De ese modo si el viajero veía que la posada tenía plantado un solo ciprés, significaba que solo despachaban vino; si tenía dos cipreses servían vino y comida; si eran tres, daban además alojamiento, y si eran cuatro, entonces el lujo era como en la actualidad un hotel de cinco estrellas. Cuando en estas tabernas de solo un ciprés, que también hacían las veces de estafeta postal, se reunían varios arrieros que entre copa y copa y a palo seco pillaban unas cogorzas que hacían que el correo y los encargos encomendados llegasen tarde a sus destinos. Ante esto se dictó una disposición real por la que obligaba a los taberneros o dueños de estos establecimientos donde se despachara vino que no sirvieran ni un solo vaso sin que fuera acompañado de un trozo de chacina o cualquier otro embutido, para así, con algo solido en el estómago, mitigar en lo posible las incómodas borracheras. Los taberneros solían poner las rodajas de estas chacinas con su correspondiente rodaja de pan tapando el vaso, de ahí el apócope de tapadera, la tapadera del vaso, o sea: la tapa.
Pero como imagino que algunos estarán pensando que ese es uno, de los varios orígenes, yo también tengo otra anécdota aún más cercana en el tiempo que puede también ser uno de los orígenes, y es que cuando el Rey Alfonso XIII visitaba Jerez, como es natural las autoridades locales le ofrecieron un refrigerio al aire libre, y como el aire traía molestos insectos y polvo, el camarero que estaba al tanto del rey tuvo la precaución de taparle la copa con una rodaja de chorizo o de queso para que no le cayese nada dentro, y cuando Alfonso XIII se lo tragó acompañado de “la tapa”, pidió otra copa: “Pero esta que sea también con lo que tapaba el vino”; dicen que dijo. Elijan ustedes, y si tienen otra los lectores de este periódico estaremos encantados de saberla.
Reciban un cordial saludo.

Juan J. Aranda
Málaga enero de 2005