lunes, enero 09, 2006

De tapas y aceitunas 09/02/2005

DE TAPAS Y ACEITUNAS
Hace como medio siglo en la procesión de la Virgen del Carmen, que salía de la Iglesia Castrense, iba yo muy chulo con mi trombón de pistones desfilando junto a mi amigo Paco Roldán en la Banda del Frente de Juventudes, cuando en uno de los descansos del trayecto aparece un señor muy guasón a mi lado y me pregunta de sopetón: “Oye chavea, tú sabes en que tono está un plato de aceitunas”. Paco Roldán empezó a reír abrazado a su tuba, que por cierto tocaba con ella unas czarda hungara como si fuera con un clarinete. Paco era, y sigue siendo un fenómeno musical. Yo, la verdad, es que no tenía ni puñetera idea de lo que me estaba preguntando aquél hombre tan guasón y me decía a mí mismo: cómo va a tener un plato de aceitunas una tonalidad. Claro está que lo que este hombre se refería era un acertijo, hasta que él mismo nos sacó de dudas al responder: “Un plato de aceitunas está en el tono de La-Sostenido-Mayor”, ¡toma ya!, o sea que cuando vas a coger una de un plato, egoístamente hablando, sueles coger la más gorda, sostener la mayor: “La Sostenido Mayor”. Tengo que decir que ese señor era el tío de mi amigo Paco, por eso éste se reía tan alegremente, bueno, el caso es que nos reíamos de cualquier cosa, hasta de nosotros mismos, y creo que aún seguimos igual, pero con un puñado de tacos de almanaques a nuestras espaldas. La persona que tenga alguna noción de música entenderá este juego de palabras.
Esta anécdota del plato de aceitunas me vino a la memoria cuando leía la entrevista publicada el domingo 23 de enero que Jacinto Montes le hace al señor Miguel López Luna, propietario de un bar en el Barrio de la Victoria, y tengo que decir que de las veintiocho preguntas que le formula y las sendas respuestas la décima, por lo aceitunera, es la que me ha movido, con todo el respeto, a replicarle. Dice Jacinto Montes: ¿“Qué significan las tapas para la clientela de Melilla”?. El señor López le contesta: “Es una tradición. Un bar sin tapas de pescado es como un jardín sin flores (los hay que solo sirven tablas de jamón, queso y chacinas y no les hace falta ninguna flor). En Melilla estamos muy acostumbrados a ello. Muchos establecimientos tienen la barra llena y las mesas por unas excelentes tapas, sobre todo de pescado, que es el producto más típico de nuestra ciudad. La clientela, en muchos casos, piensa que con tres tapas ha comido y no tiene que hacer la comida ni fregar los platos. Cuando salimos a la Península echamos en falta las tapas. Solo nos dan aceitunas y a veces bastante malas y escasas” (sic). Estoy seguro que este último párrafo el señor López lo ha dicho sin pensar, como muchos melillenses que se desplazan a la Península y desconocen los lugares y establecimientos donde sirven unos platos que en nada tienen que envidiar a ningún otro lugar, y también los caldos que se beben allende la otra orilla, o sea, en esta de la Península. Como se ve que este señor es joven y emprendedor, y aparentemente con el semblante de buena persona con muchas ganas de currar le diré, con otra anécdota del fruto del olivo, que en nuestra ciudad allá por los años en que los niños jugábamos al: “¡Va, dicho!”, en El Rastro o El Zoco había una taberna que se llamaba “La Oficina” donde ponían de tapa una sola y triste aceituna por cada vaso de vino que te servían, y si era de las partidas, se le denominaba: “una martirizada”. Mucha gente que peinan canas, el que las tenga, si no son calvos, recordarán a este hombre con una media toalla rodeándole el cuello, que lo mismo servía para limpiar las dos mesas de hierro con los tableros de mármol que el reluciente mostrador de gruesa madera. A mi me gustaría, a modo de curiosidad, que el señor López indicara por este medio en que ciudad peninsular y en que establecimiento “solo sirven aceitunas bastante malas y escasas”; lo digo para no ir con mi familia porque, la verdad, si supiera que en un bar te endiñan pocas aceitunas y además “fulastronas” ni lo pisaría, no vaya a ser que nos ocurra como dijo Séneca a la muerte de Claudio: “Su última palabra antes de morir, fue un considerable estrépito, que sonó por aquélla parte por donde más fácilmente hablaba, dejándolo todo cagado”. Dicen, no estoy seguro, que eso es debido al alpechín que contiene el oro verde de Andalucía que huele a demonios.
Yo estoy seguro que mucha gente de Melilla cuando se desplazan a la Península saben que en muchos bares o restaurantes no te ponen una tapa acompañando a la bebida si no la pides con anterioridad, siendo costumbres y usos de cada sitio. Lo que sí es costumbre en muchos restaurantes, mientras preparan los platos, al servirte la bebida para hacer boca, es ponerte un plato de aceitunas donde puede que hayan algunas “pasaíllas”, pero si tú eres un comensal que pagas por un servicio y te sirven otro distinto, solo tienes que exigir otro plato de aceitunas o la hoja de reclamaciones; pero si te callas rumiando por dentro: “vaya mierda de aceitunas que me han endiñado”, te ocurrirá que “rajarás” de ese establecimiento apenas desembarques en tu ciudad, pero no generalizar de toda la Península, como dice el señor López.
Si me lo permite le diré que en esta otra orilla me tiene como un amigo que defiende, entre muchas otras cosas, las tapas de Melilla, pero también las que sirven por estos lares, que son: “tanto monta, monta tanto”; y como dice el refrán: “En todos los lugares cuecen habas, y en el mío, a calderadas”.
Reciba un cordial y amistoso saludo
Juan J. Aranda
Málaga enero 2005